
Volver a Sentir: El Camino de Salida del Consumo de Sustancias
A veces, el cuerpo sigue vivo, pero la vida por dentro se apaga de a poco. Una tras otra, las sustancias comienzan a ocupar espacios donde antes había dolor, ansiedad, aburrimiento, traumas no resueltos o simplemente vacío. Algunas como el tabaco o el alcohol, al alcance de todos. Otras como la marihuana, la ketamina, el LSD o la cocaína, ofrecidas como escape, como rebeldía, como refugio. Lo cierto es que cuando el cuerpo se convierte en campo de batalla, es urgente levantar la bandera blanca… y comenzar la retirada.
1. No sos débil por haber caído
Caer no es sinónimo de rendirse. Nadie se despierta un día con el deseo de depender de algo para sentirse en paz. Cada consumo tiene una historia. Un origen. A veces comenzó como juego, otras como automedicación. Reconocer que se cruzó un límite no es debilidad: es el inicio de la valentía.
2. Múltiples drogas, múltiples razones… una misma raíz
Cada sustancia cumple una función en el entramado emocional:
- El tabaco acompaña momentos de estrés.
- La marihuana relaja o adormece emociones incómodas.
- El alcohol desinhibe, anestesia.
- El LSD y la ketamina distorsionan la percepción, desconectan del dolor.
- La cocaína otorga una euforia efímera que a menudo tapa inseguridades o soledad.
Pero todas, en el fondo, intentan cubrir necesidades emocionales no satisfechas. Por eso, salir no se trata solo de dejar sustancias: se trata de aprender a vivir con lo que antes parecía intolerable.
3. Salir no es lineal: es un proceso
Ninguna recuperación es perfecta ni predecible. Hay retrocesos, impulsos, recaídas. Lo importante es no perder el rumbo. A veces, dar dos pasos atrás te permite tomar fuerza para dar cinco hacia adelante. Cada intento cuenta. Cada día limpio es una victoria.
4. Estrategias clave para iniciar el camino
- Red de apoyo sincera: familia, amistades, grupos, terapeutas. Sentirse acompañado reduce el aislamiento que alimenta las recaídas.
- Espacios terapéuticos: psicoterapia, grupos de ayuda mutua, centros de día. No hay que hacer esto solo.
- Cambios de entorno: salir de lugares o personas que incitan el consumo. Esto no es abandono: es autoprotección.
- Nuevas rutinas: actividad física, arte, naturaleza, espiritualidad. Llenar la vida de sentido es más potente que cualquier droga.
5. Reaprender a sentir
Durante el consumo, muchas emociones quedan dormidas. Salir es volver a sentir con intensidad: a veces es doloroso, pero también es hermoso. Recuperar la capacidad de emocionarse con un amanecer, de llorar sin anestesia, de reír sin estímulos externos. Volver a habitar la vida con presencia.
6. El cuerpo también habla
Las sustancias dejan huellas físicas: insomnio, ansiedad, cambios en el apetito, agotamiento. Escuchar al cuerpo, cuidarlo con alimentación saludable, descanso y ejercicio es una forma de reparar también el alma.
7. ¿Y si recaigo?
Respirá. No todo está perdido. Una recaída no borra tu camino. Es solo una señal de que algo dolía demasiado. El aprendizaje está en preguntarse: “¿Qué necesitaba realmente?” “¿Qué puedo hacer diferente la próxima vez?”. Volver a intentarlo ya es sanar.
8. Volver a elegir la vida
Dejar el consumo no es perder algo: es ganarlo todo. Tiempo, libertad, dignidad, sueños, relaciones auténticas. Es abrir el pecho y decir: “quiero volver a vivir desde otro lugar”. Es comenzar a construir una historia en la que el protagonista seas vos, no la sustancia. Porque sí, se puede. Porque sí, estás a tiempo.
fuente: copilot